miércoles, 8 de noviembre de 2017

Sin hacer ruido

Me marché sin hacer ruido, igual que el amanecer se lleva a un mal sueño.
Porque supongo que eso es cuanto soy al fin y al cabo. Un mal sueño.
Mis recuerdos desaparecieron con la misma levedad poco después.
Nada quedó de mí, como si jamás hubiera estado allí.
Mi mayor temor resulta ser también mi mayor virtud.

Es curioso como mis pasos pueden sonar tan livianos cuando mis pies pesan cuales piedras.
Me giro y miro atrás. Tú ya no miras. Y aunque duele, sonrío, porque supongo que es mejor así.
Si las palabras tuvieran peso moriría ahogado con tu nombre en la garganta, pero en su lugar
me aplastarán las pilas de papeles en las que guardo los recuerdos que ya no existen, los que
atesoro más que a mi propia vida.

La soledad es una terrible compañía, y a medida que hunde su cuchillo en mi pecho las memorias
brotan con un realismo exasperante. ¿O son los recuerdos los que empuñan la hoja?
La sangre sobre el papel traza finas líneas, describiendo las imágenes que de nuevo se presentan ante mis ojos.
Tu rostro se acerca al mío. Siento la calidez de tu aliento. Mi pulso se acelera al contacto de tu piel.
El cuchillo se retuerce.
El negro sustituye a las imágenes. Tu ausencia me golpea como un mazo en la cabeza. Me siento perdido,
entumecido, asustado... En mi mente brota la duda: ¿por qué me fui? La respuesta que me ofrezco no facilita las cosas.

Me peleo con las sábanas. Vuelven a estar manchadas de sangre. Restos de la batalla de anoche.
Trato de buscar razones para enfrentarme al día, pero el silencio es mi única respuesta.
Al mirar al espejo el asco me devuelve la mirada.
Cada día peor que el anterior. Cada noche aún más terrible. Ya no quedan recuerdos en los que esconderme,
ya no quedan voces que me acaricien.
Ya no puedo soportar odiar cada calada de aire que tomo.
Así que me marcho sin hacer ruido.

lunes, 18 de julio de 2016

Una bola de fuego a la cara

Salgo del baño, con una toalla en la cintura y secándome el pelo con otra. Afuera aún reina la oscuridad y una leve llovizna golpea las ventanas. Entro en la cocina, modesta pero acogedora, y me dirijo directamente a la cafetera. El filtro, el agua, el café molido... ¿dónde está el café molido? Caigo en la cuenta y una disimulada sonrisa se dibuja en mi rostro. Echo a andar hasta la habitación y, al verla tumbada en la cama, aún dormida, la sonrisa deja de ser disimulada.
Me reclino y la beso suavemente. Ella, sin abrir los ojos busca mis labios con los suyos, y después se queja.
-Mnph ¿Qué quieres?-
-¿Te acuerdas de dónde dejaste ayer el café?-
-No lo sé, no me acuerdo.- Se niega a abrir los ojo y se gira, dándome la espalda.
En ese momento su pelo parece una mancha de tinta negra sobre la almohada, y la línea de su cuello me parece lo más bonito que he visto nunca.
-Atenea, tengo que irme a trabajar...-
-No te vayas, quédate aquí conmigo.-
-...y tú tienes que ir a clase.-
-Dah, las clases de hoy son un coñazo, el profesor es imbécil... Además, qué diligente eres siempre con eso de ir a trabajar, ¿has ligado con alguna compañera?- Pregunta con voz juguetona.
Me río.
-Para nada. Sabes perfectamente que eres la única con tan mal gusto.- Digo bromeando. En cuanto oyes eso te enderezas, sentándote en la cama al tiempo que me miras fijamente a los ojos. Pones tu mano en mi nuca, la subes enredándola en mi pelo, me traes hacia ti y me besas. Al separarnos te aproximas a mi oído.
-No te permito que digas esas tonterías.- Me susurras.
Te echas hacia atrás, tirando de mí, haciéndome caer sobre la cama.
-Hoy vas a llegar tarde al trabajo.- No es una pregunta, es una afirmación, me estás informando de tu decisión. Te doy un largo beso.
-Está bien, me deben un montón de días libres.- Sonrío, sonríes.

Gracias por leer y hasta que el viento os traiga de vuelta.

martes, 23 de febrero de 2016

El eco de mi voz

Ahí estás de nuevo, tratando de asumir la realidad. Pues resulta que por mucho que ella trate de negarlo, ya no forma parte de tu vida. Ahora puedes llorar, puedes rezar a mil dioses que no existen, susurrarle a divinidades en las que no crees, pero nada va a cambiar. Suplícale al karma, a la suerte, al azar o al destino, o a como sea que quieras llamar al orden natural que desees que rija el mundo, suplícale una oportunidad futura, pídele paz, descanso, una salida de la realidad.
Pero no hay salida.
La única puerta es plata y carmesí, es parda y azul, es unidireccional, y ni tan siquiera puedes tomarla. Porque en el fondo te sigues alimentando de esa pequeña esperanza, porque quieres que todo tenga un significado, crees que puedes darle un sentido a tu vida, lograr que alguien sea feliz...
Hacer a alguien feliz, una idea absurdamente ambiciosa para quien apenas se mantiene en pie.
Así que dime, ¿qué vas a hacer? ¿Vas a esperar y rezar por que todo se solucione de algún modo? ¿A que el tiempo sane las heridas? ¿A acostumbrarte al dolor? En ese caso tengo malas noticias para ti.
El tiempo no hace nada solo, y tampoco vas a conseguir tomar una resolución definitiva. En algún momento estarás completamente convencido, tendrás claro qué tienes que hacer, y te creerás invencible, y al momento siguiente serás incapaz de ver luz alguna. Porque la vida es dura. Porque la vida duele. Porque son todas esas cosas las que hacen que merezca la pena.
Harás daño a la gente que te rodea, quieras o no, te sentirás miserable por dañar a quien más amas, y te preguntarás cómo siguen a tu lado, y toda esa gente te hará daño a ti, quieran o no.

Es normal que estés triste, es normal que te sientas solo... vacío. Fue mucho tiempo y ya no está, lo extraño sería que estuvieses bien. Te duele más a ti que a ella, eso también es normal.

Pero todo irá bien, al final todo irá bien. Todo se acabará de un modo u otro, y entonces todo dará igual, así que lo importante es el camino hasta entonces.
Los dos sabemos que nunca la olvidarás, son demasiadas cosas juntos, demasiadas experiencias, tantos momentos buenos, tantos momentos malos, tantas cosas que te ayudó a superar... demonios, ¿cómo no ibas a echarla de menos?

Ella ya no está, pero tampoco se ha ido. Acabará marchándose, de ti depende cuanto tarde en hacerlo. Repito, no hay resoluciones definitivas, habrá momentos buenos, momentos malos y momentos terribles, la idea es hacer que merezca la pena... Que con el tiempo los primeros vayan siendo más numerosos que los segundos y los terceros.

Maldito estúpido, deja de llorar por que la caja de bombones se acabó, que vas a estropear la de galletas. Está bien, no es lo mismo, las galletas no son tan dulces, no son tan agradables... Pero son un sano desayuno para comer a diario, y tienden a durar más.

Mi pequeño niño idiota, sé lo mucho que duele, conozco tu miedo, tu desesperación. Sé lo tangible y abrumadora que es esta soledad, pero necesitas salir adelante... necesitas levantarte, necesitas querer hacerlo...
Venga maldito estúpido, si no alzas la cabeza no podrás ver todas las manos que te tienden.

Tu vida nunca volverá a ser igual, nada lo será, y nada lo es jamás. Y nunca serás igual de feliz que fueses con ella, no serás más... o menos, sencillamente... distinto, y no hay nada malo con ello.

Te topaste con una persona maravillosa, y desafortunadamente no estuviste a la altura. Quizá algún día llegues a estarlo, y muy probablemente jamás puedas comprobarlo, pero esa esperanza sigue ahí, y costará mucho librarse de ella.

Nada de esto es fácil, las cosas valiosas raramente lo son. Mucho ánimo "boboso" (como diría ella), tienes una dura batalla ante ti, pero ambos sabemos que tienes mucho que ganar y rendirse no es una alternativa.

Sé que te lo digo poco a menudo canijo, pero te quiero. Has crecido mucho y muy rápido, por fuera y por dentro, y no suelo ser demasiado amable contigo, pero te quiero.

Necesitamos estar en paz, hazme un favor y da lo mejor de ti de ahora en adelante, no podemos permitirnos demasiados errores.

Volveremos a hablar pronto, no dudo que lo necesitarás, pero me alegra que ahora estés en paz.

miércoles, 2 de septiembre de 2015

Un poco de trabajo extra

Se encontraba en una esquina del mismo tugurio de mala muerte al que siempre acudía, resguardado en una sombra, observando el gentío. No tendría nada que hacer hasta bien entrada la noche, cuando un grupo de compañeros y él mismo pretendían asaltar la ciudadela de turno (asalto, masacre de demonios, saqueo, lo normal) por lo que disfrutaba de la bien merecida tranquilidad de la tarde.

Un goblin se le acercó. No había estado deambulando por el local, había entrado en él, lo había buscado con la mirada, y había ido en su búsqueda inmediatamente.
-¿Qué quiere'?- Preguntó con la voz arrastrada y los problemas de pronunciación que los enormes colmillos que salían de su boca le provocaban a cualquier trol.
-¿Eres Doraljo? Tengo un negocio que proponerte.-
-Teh e'cucho.- Sus ojos se afilaron. El goblin vestía ropajes de tela, sofisticados y con inscripciones en lo que debía ser pandemónium, probablemente para ayudar a recordar los complicados versos que debería recitar para invocar los terribles poderes que aquél pequeño brujo (dedujo) usaría en combate.
-He oído miles de nombres que comparten tu profesión, seguramente cualquier de ellos podría librarse del... asunto que traigo entre manos por mucho menos dinero del que te ofrezco ahora, pero me han dicho que es a ti a quien debo recurrir si quiero enviar un mensaje.-
Una perturbadora sonrisa se dibujó en el rostro de Doraljo, acentuada aún más por la presencia de aquellos enormes colmillos.
-Dime el nom'bhe y pehcio que ofreces.-
El goblin echó mano de una bolsa de oro.
-El precio serán 120mil monedas de oro, y en cuanto al nombre... seguro que lo reconoces.-

Doraljo desayunaba tranquilamente como cualquier mañana (un café de roca negra y un nutritivo puro de hierba tauren) mientras leía el tablón de noticias en busca de alguna información acerca de la remodelación de la ley de aviación (artículo 6.2.2) que legalizaría el vuelo en las zonas exteriores de Draenor fuera de las rutas ya pre-establecidas por los sistema de transporte oficiales. El asalto de la noche anterior había sido satisfactorio, habían logrado acabar con un buen número de demonios, y pese a que ni había encontrado nada útil en los alijos saqueados, al liberar su rabia contra una ardilla que casualmente pasaba por allí había descubierto un buen par de hombreras en su cadáver.
De pronto, una sonrisa de complacencia se le dibujó en el rostro. Apartó algunos papeles, y cogió la noticia para leerla mejor.

"Un importante elfo de sangre, magnate de la joyería, había amanecido asesinado en las calles de Lanza de Guerra. Aunque no tenían ningún indicio del culpable, se achacaba a algún tipo de venganza dentro de la mafia, pues el cadáver había aparecido rodeado de innumerables mesas de festín que dibujaban en el suelo la palabra <<deudor>>."

Texto en honor a Jokin Doral. Feliz cumpleaños.

Gracias por leer, y hasta que el viento os traiga de vuelta.

jueves, 11 de junio de 2015

Estásis

Los rayos desgarraban el cielo al tiempo que la lluvia lamía los harapos a los que llamaba piel. Se retorció en el suelo, dándose cuenta de cómo el charco de sangre se disolvía entre gotas y lágrimas. Sintió el crujir de sus huesos cuando trató de ponerse en pie, logrando poco más que el dolor al que ya estaba acostumbrado. Agradeció que lloviese, y se le humedeciesen los labios destrozados tras innumerables días de sol y calor.
Notó cómo el agua llenaba las cuencas de sus ojos, burlándose del deterioro de su cuerpo. Y por primera vez desde hace mucho tiempo, sintió cómo el frío provenía desde el exterior y no el interior de su pecho, donde guardaba aquella negra y apaleada masa de carne inerte a la que se permitía llamar corazón.
Pero el mayor dolor que soportaba no provenía de su maltrecho cuerpo, si no de su enferma y lastimosa mente, que le había azotado una y otra vez con el pesar y la culpa, empujándolo al abismo de terror y desesperación en el que se encontraba. Ya no recordaba a qué le tenía miedo, no sabía de qué era culpable, ni de dónde provenía la tristeza que lo asolaba. No recordaba ningún estado anterior, si bien sabía que lo había habido. Tampoco recordaba su rostro, o el color de sus ojos, allá cuando los tuviera.

Alguna vez lograba recordar una imagen o idea aislada, lo que resultaba en poco más que una aguda punzada en lo profundo de su pecho.
Hacía mucho que no oía a nadie. Sabía que era capaz de oír, pues percibía el sonido de la lluvia en las raras ocasiones que ésta sucedía, pero no recordaba haber oído otra cosa alguna vez. Siendo incapaz de articular él mismo palabra alguna, y ante la ausencia de una fuente alternativa de tal recurso, había olvidad el sonido de una voz, pero era consciente debido a los recuerdos que ocasionalmente lo asaltaban de que en otro tiempo dos palabras podían hacerlo feliz.
Era consciente de que no era mudo, y de que era capaz de ponerse en pie, pero no lograba reunir la voluntad o motivación para hacerlo.
Cuando aún le importaba, había contado el salir y ponerse del sol decenas de miles de veces, y sabía que había pasado tal periodo más de cien veces, pero ya no sabía cuanto más. A él le parecía la eternidad.

Algo le sobresaltó, algo había golpeado el suelo y no había sido él mismo. Ahí estaba de nuevo, un golpe amortiguado de algo plano... ¿pasos?¿estaba oyendo pasos?
No podía ser, nunca había pasado nadie por allí, y nunca lo haría, su mente estaba engañándolo. Pero ahí estaba de nuevo, otro paso, aún a pesar de que sabía que no era posible. Su mente había encontrado una nueva forma de divertirse torturándolo. Los pasos seguían, lentos y pausados, con suficiente tiempo entre uno y otro como para que siempre estuviese seguro de que eran imaginarios antes de oír el siguiente.

Comenzó a rezar, a suplicarse a sí mismo que se detuviese tal tortura, deseando una muerte que nunca le alcanzaba.

Gracias por leer, y hasta que el viento os traiga de vuelta.

viernes, 15 de agosto de 2014

Sol y lluvia

Inspiró hondo, a la par que sentía la hierba fresca y la tierra húmeda bajo sus pies. Bajo un sol enorme disfrutó de todas y cada una de las gotas que golpeaban su cuerpo, de cada ráfaga de viento que hacía ondear su cabello, del contraste del frío de las gotas y el calor del sol.
Se giró sobre si mismo, observando el paisaje mientras sonreía con ingenuidad. No le importó si eran las nubes de lluvia lo que cubría sus ojos, o era la luz de aquel gigantesco sol. No le importó que parte era real y cual imaginaba, no sabía si su cuerpo acabaría por helarse, o acabaría abrasado, simplemente disfrutó de mezclar las dos, de sumergirse en la locura, pasar capa tras capa, atravesándolas todas en orden y a la vez, dejó reinar al caos.
Y entre todo ese caos, en el que nada tenía sentido, donde cosas tan banales como tamaño distancia, color y forma eran completamente relativas. Y en ese instante en el que todo lo que en otros momento parecía trascendental mostraba su verdadera forma, entre todo el desorden fue perfectamente capaz de discernir lo que verdaderamente era importante. Y la reconoció a ella, sin forma ni dimensión, únicamente todo lo demás, todo cuanto ella había pasado a ser dentro de él, aquel gigantesco orbe de luz flotando en medio de nada, que transmitía calor y paz, que hacía agradable el caos, aquella llama que todo alcanzaba, pues nada estaba fuera del alcance de su abrazo.

Al abrir los ojos todo había desaparecido. No estaba la lluvia, ni el sol, no había tierra ni hierva bajo sus pies. "Todo" se había olvidado de algo que llevarse, y él agradeció que así fuese, pues ante él, en mitad de la noche se encontraba la fuente de luz calor y calma que había observado momentos antes. La forma era distinta, así como la dimensión y el color, pero bien sabía que nada de eso importaba, lo que primaba era todo el resto.

Gracias por leer y hasta que el viento os traiga de vuelta.

viernes, 28 de febrero de 2014

Abatido pero vivo

Se quitó de encima los restos herrumbrosos y quebrados de armadura, antes de intentar ponerse en pie. Le dolía todo el cuerpo y no dejaba de sangrar por las innumerables heridas que le cubrían. Estaba destrozado, apenas podía respirar, estaba casi muerto... casi. Seguía con vida, y eso era lo más importante. No importa el tamaño de las heridas, no importa la victoria, o la derrota, no importa lo terrible del enemigo que se presente ante sí, mientras la vida continúe, mientras la sangre recorra sus venas siempre podrá erguirse, siempre podrá fortalecerse y seguir combatiendo. No existe carga demasiado pesada, solo hombros demasiado débiles, así que un día más alzará su espada, un día más caminará impasible, un día más luchará por su sueño, por lograrlo y protegerlo.